domingo, 15 de agosto de 2010

Pactar para vivir

Siempre he pensado que la coherencia no es una cualidad en sí misma: lo será cuando los valores y convicciones que se mantengan sean elevados y merezcan la pena. Si no es así, se trata sólo de persistir en el error. Dicho esto, James Gray es uno de los directores más coherentes que han surgido en el cine norteamericano durante los últimos quince años, pero también (y eso es lo realmente importante) es uno de los más brillantes y personales.
Ubicado hasta ahora en el género policiaco, al que ha hecho tres aportaciones magníficas (Little Odessa, La otra cara del crimen y, sobre todo, La noche es nuestra), Gray parece haber cambiado de tercio con su última película, Two lovers, un drama íntimo que en lo argumental podría adscribirse directamente al melodrama (lo cual no tendría nada de malo) si no fuera por la sobriedad de la mirada de su director, por su apego a la realidad y al detalle de las cosas que cuenta y por su antisentimentalismo, que no dificulta la emoción, sino todo lo contrario.
Como su trilogía "negra", Two lovers presenta a un individuo forzado a entrar en conflicto con su entorno familiar. Al igual que el asesino profesional de Little Odessa, el joven ex convicto de La otra cara del crimen o el gerente de una discoteca de La noche es nuestra, Leonard (Joaquin Phoenix) deberá enfrentarse a un dilema cuya resolución puede contribuir a integrarle (o reintegrarle) en su núcleo familiar o a colaborar en la disolución de éste.
La forma que toma este conflicto es la del clásico triángulo amoroso: Leonard habrá de elegir entre la prometida que le asignan sus padres, Sandra (Vinessa Shaw), y una vecina, Michelle (Gwyneth Paltrow), en principio inalcanzable y hacia la que orienta su considerable capacidad para el sufrimiento y la desesperación (Leonard padece un trastorno bipolar que fue la causa de la ruptura de una relación anterior, lo que ha acentuado su vulnerabilidad). Aunque el planteamiento es simple, el trazo delicado con el que están dibujadas las relaciones entre los personajes carga la historia de complejidad.
Two lovers arranca con una tentativa de suicidio (bastante chapucera) y concluye con un gesto que, aunque pudiera interpretarse como una renuncia o una traición, también puede leerse como una apuesta por la vida. Obligado por las circunstancias, en el momento de mayor dolor, Leonard opta por pactar con la realidad y consigo mismo para poder seguir viviendo. Nadie podría reprochárselo.
Atmosférica en su minuciosa cotidianidad (los espacios son tan creíbles que nos parece conocerlos, haberlos visitado), la última obra de James Gray es una de las películas de los últimos años que más amor transmite por sus personajes y más comprensión muestra hacia sus motivos y decisiones. Puede que haya quien la encuentre insignificante o trivial, pero en esa insignificancia, en esa trivialidad, reside muchas veces la vida, son la materia de la que está hecha.
Viéndola, me vinieron a la memoria unos versos de Jaime Gil de Biedma: Y será preciso no olvidar la lección:/saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos/hay un arma escondida, saber que estamos vivos/aún. Y que la vida/todavía es posible, por lo visto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario